Ponerme a pensar en todas las variantes que puede tener un solo tema ocupa grandes horas de mi vida.
Regreso a los terrenos escabrosos, ahí donde no tener la cabeza fría puede hacer que pierdas el rumbo o que te vayas detrás de una luz que viste muy brillante pero que resultó ser más pequeña que un fósforo.
Me encuentro parado, volteando hacia el frente, viendo tres caminos. A primera instancia, los tres llevan al mismo destino. Los tres tienen un desenlace un tanto parecido. Analizarlos, encontrar esa razón que haga decidirte cual tomar es lo complicado. Son hermosos en su superficie, agradables a la vista. ¿Qué es lo que depara cada uno? No lo sé.
Queda solamente una manera de averiguarlo. El primer camino es completamente nuevo, es una promesa hecha hace bastante tiempo pero que no se ha podido cumplir. Llamativo, lleno de características que habrá que comprobar. Afable al corazón este relato, grato a los ojos, pero desconocido aún. Segundo camino que se hace agradable a la vista también, completamente afable, un camino que daría gusto recorrer. Desconocido también, enigmático y lleno de cuestiones a su alrededor que harán el traslado más complicado. El último camino es el más escabroso de ellos, incluso antes de entrar ya presenta dificultades. Lleno de ramas y piedras que pueden herir a profundidad, pero aún así una razón por la cual se quiere llegar al final. Digno de caminarse, si se está dispuesto a correr el riesgo.
Decisiones en la vida nos atañen, cada una tiene su consecuencia. El negocio del amor tiene la particularidad de que es cíclico, no se repite. Llega cuando es momento, y se va cuando no es tan necesario, aunque nos deje heridos de muerte.
Han sido casi dos años de mi caminar solo, intento que alguno de esos caminos me lleve al destino que he querido experimentar desde que tengo uso de corazón.