¿Quieren conocer la historia de mi vida?
Ayer comprobé que llevo récord perfecto: hasta la fecha, todas las mujeres por las que me he muerto -no, en serio, literalmente- me han mandado a volar. Sea por alguien más o porque no soy lo suficientemente bueno -claro, a veces gustaría creerlo, ¿no?-, o porque alguien se adelantó, pero siempre termino casi como esa imagen de película barata: en la lluvia, con las flores en la mano, el corazón destrozado y con cara de derrota.
Soy dramático, no me importa. Es lo que siento. Siempre me ha pasado así. Es curioso, lo platicaba con una amiga hace rato: siempre que he querido entregarme al máximo, cuando siento que por fin ha llegado la oportunidad de experimentar algo parecido a lo que es el cariño en pareja, me cortan las alas. A mis 22 años no puedo decir que he vivido una relación fructífera, quizá con mucha pasión, cariño, entrega, o algo que se le parezca. Siento que me estoy tardando -no digan que todavía estoy joven-, o será que a este punto ya se me hace justo que en esa ruleta en que apostamos todos me toque un gane.
Alguien me dice que le doy mucho peso, o que baso mi felicidad en otra persona. Puedo decir que en el plano personal es lo único que me falta: alguien con quien compartir lo que tengo. Quizá no es mucho, pero creo que es lo más preciado que tengo.
En estos momentos es cuando mi personalidad un tanto "fría" me desespera. Necesito sacar toda la tristeza y frustración que tengo atoradas en el pecho. Es una extraña sensación, una presión muy peculiar, que no es nada desconocida para mí. Hablar, escribir, la música, nada sirve. Intento llorar pero no me salen las lágrimas. Reprimo demasiado mis emociones, y cualesquiera que sean. Creo que es por eso que en esta ocasión fallé: no te demostré a tiempo que te quiero.
Llámenme corazón de motel: los gustos me duran muy poco. Díganme: la que sigue. Yo les diría que he tenido suficiente en ese asunto. En veces, me pongo a pensar que realmente me voy a quedar solo, o que quizá me falta todavía trabajar en lo que el sexo opuesto piensa de mí. Tengo demasiados complejos, y muchos me han estado deteniendo bastante.
No pido ayuda, no quiero que me tengan lástima, no quiero nada. O sí, sí quiero muchas cosas, pero son cosas que jamás me he atrevido a pedir -y creo que hoy no será la excepción-. Definitivamente, tengo problemas. El primer paso para solucionar los problemas es aceptarlo, desgraciadamente, hay unos que no se solucionan con coraje solamente.
¿De qué sirve externarse? Aparentemente, de nada. Finalmente, el que lo haya dicho no hizo más diferencia que el haberme quedado callado. No creo que tú te pases las noches que yo pasé en vela, pensando en tu amor.
Otra vez, tengo el corazón entumido.
Ayer comprobé que llevo récord perfecto: hasta la fecha, todas las mujeres por las que me he muerto -no, en serio, literalmente- me han mandado a volar. Sea por alguien más o porque no soy lo suficientemente bueno -claro, a veces gustaría creerlo, ¿no?-, o porque alguien se adelantó, pero siempre termino casi como esa imagen de película barata: en la lluvia, con las flores en la mano, el corazón destrozado y con cara de derrota.
Soy dramático, no me importa. Es lo que siento. Siempre me ha pasado así. Es curioso, lo platicaba con una amiga hace rato: siempre que he querido entregarme al máximo, cuando siento que por fin ha llegado la oportunidad de experimentar algo parecido a lo que es el cariño en pareja, me cortan las alas. A mis 22 años no puedo decir que he vivido una relación fructífera, quizá con mucha pasión, cariño, entrega, o algo que se le parezca. Siento que me estoy tardando -no digan que todavía estoy joven-, o será que a este punto ya se me hace justo que en esa ruleta en que apostamos todos me toque un gane.
Alguien me dice que le doy mucho peso, o que baso mi felicidad en otra persona. Puedo decir que en el plano personal es lo único que me falta: alguien con quien compartir lo que tengo. Quizá no es mucho, pero creo que es lo más preciado que tengo.
En estos momentos es cuando mi personalidad un tanto "fría" me desespera. Necesito sacar toda la tristeza y frustración que tengo atoradas en el pecho. Es una extraña sensación, una presión muy peculiar, que no es nada desconocida para mí. Hablar, escribir, la música, nada sirve. Intento llorar pero no me salen las lágrimas. Reprimo demasiado mis emociones, y cualesquiera que sean. Creo que es por eso que en esta ocasión fallé: no te demostré a tiempo que te quiero.
Llámenme corazón de motel: los gustos me duran muy poco. Díganme: la que sigue. Yo les diría que he tenido suficiente en ese asunto. En veces, me pongo a pensar que realmente me voy a quedar solo, o que quizá me falta todavía trabajar en lo que el sexo opuesto piensa de mí. Tengo demasiados complejos, y muchos me han estado deteniendo bastante.
No pido ayuda, no quiero que me tengan lástima, no quiero nada. O sí, sí quiero muchas cosas, pero son cosas que jamás me he atrevido a pedir -y creo que hoy no será la excepción-. Definitivamente, tengo problemas. El primer paso para solucionar los problemas es aceptarlo, desgraciadamente, hay unos que no se solucionan con coraje solamente.
¿De qué sirve externarse? Aparentemente, de nada. Finalmente, el que lo haya dicho no hizo más diferencia que el haberme quedado callado. No creo que tú te pases las noches que yo pasé en vela, pensando en tu amor.
Otra vez, tengo el corazón entumido.
1 comentario:
Voy a sonar jotísimo, pero bueno...
Octavio, un corazón como el tuyo vale su peso en oro. Pocos son capaces de descubrirlo tan facilmente, de ponerlo a tiro a la menor provocación amorosa, de llamarlo para que acuda abierto a buscar a quien entregarse.
Estoy seguro de que no debe ser sencillo. La búsqueda ha sido muy ardua para tí; pero no tomes eso como un presagio de que el amor para ti no existe. Estoy convencido de que cuando encuentres a esa persona, a tu Beatrice Dantesca, la harás la mujer (u hombre, que de todo hay en las viñas del señor) más feliz de este jodido mundo.
A ti te toca renacer, Octagón. Un día de estos, cuando menos te lo esperes. ¡Papas!
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