Hay veces que la depresión raya en lo ridículo: ¿por qué es tan necesario hacerle ver a los demás que estás jodido? Es simplemente ganas de llamar la atención. Se podría entender -mas no justificar- si fuera por parte de un niño pequeño, los cuales son objeto de mucha atención, y al no tenerla, se sienten fuera de contexto y empiezan a reclamarla por medio de pataletas, ruidos extensos o yo qué sé, los famosos berrinches. A estas alturas, me soprende que, teniendo la madurez que muchos dicen tener, sigan empeñados en ahogarse en un vaso con agua queriendo que los demás les solucionen la vida.
Estas personas llegan a ser molestas al punto en el que siquiera nos molestamos en preguntarles: ¿qué tienes? En lo personal, ni aliento -ni tipeos en el teclado- me gusta gastar para ese tipo de personas, que incluso se sirven del alcance del nick para que todos estén preguntando qué es lo que está pasando y que todos los buitres que se valen de esos momentos de flaqueza para conquistar se abalancen y ataquen para ver si esta vez tienen resultados.
Diría Juan Gabriel en una de sus canciones: no cabe duda que es verdad que la costumbre es más fuerte que el amor. No es que el amor nos haga miserables -aunque lo hace, y más seguido que otra cosa-, no es que sea algo por lo cual necesariamente tenemos que sufrir ni que sea algo que exige un sacrificio alto o ulterior: es que nosotros nos empeñamos en que sea miserable, nosotros queremos sufrir por ello y, peor aún: nos sentimos conformes por ello.
Si bien la vida tiene sus dificultades, una es la necedad, la costumbre -la gansada, diría un maestro-, todas las cosas que hacemos para convertirnos en la posición más cómoda del ser humano: la víctima, para recibir las atenciones que por méritos propios no conseguimos. Estamos ya tan acostumbrados a valernos de artimañas para conseguir las cosas que cuando realmente se tienen no sirve absolutamente de nada.
Pena de muerte a la que arruine mi vida con esto.
Estas personas llegan a ser molestas al punto en el que siquiera nos molestamos en preguntarles: ¿qué tienes? En lo personal, ni aliento -ni tipeos en el teclado- me gusta gastar para ese tipo de personas, que incluso se sirven del alcance del nick para que todos estén preguntando qué es lo que está pasando y que todos los buitres que se valen de esos momentos de flaqueza para conquistar se abalancen y ataquen para ver si esta vez tienen resultados.
Diría Juan Gabriel en una de sus canciones: no cabe duda que es verdad que la costumbre es más fuerte que el amor. No es que el amor nos haga miserables -aunque lo hace, y más seguido que otra cosa-, no es que sea algo por lo cual necesariamente tenemos que sufrir ni que sea algo que exige un sacrificio alto o ulterior: es que nosotros nos empeñamos en que sea miserable, nosotros queremos sufrir por ello y, peor aún: nos sentimos conformes por ello.
Si bien la vida tiene sus dificultades, una es la necedad, la costumbre -la gansada, diría un maestro-, todas las cosas que hacemos para convertirnos en la posición más cómoda del ser humano: la víctima, para recibir las atenciones que por méritos propios no conseguimos. Estamos ya tan acostumbrados a valernos de artimañas para conseguir las cosas que cuando realmente se tienen no sirve absolutamente de nada.
Pena de muerte a la que arruine mi vida con esto.
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