miércoles, mayo 05, 2010

La escena que veo a mi alrededor me recuerda una en particular de una película que disfrutaba en extremo ver. Escena en blanco y negro, un salón de fiesta -algo más parecido a nuestros modernos bares-, un piano, una canción. Esa tonada en particular es la que estoy escuchando, casi como si el sujeto sentado en el piano haya escuchado mis pensamientos o haya indagado profundamente en mis recuerdos hasta llegar a esta escena.

Ya somos pocos los que quedamos en el lugar. Unos ya ahogados por las penas, otros tan taciturnos que no parece que están vivos. El área de los habituales, los regulares, los dueños. Una densa nube de humo los distingue, los corona. Son un grupo impenetrable, y una vez dentro es difícil que te vayas. Pierdes una vida para ganar otra. Lo único que desentona en ese cuadro pintoresco somos nosotros. Frente a frente, como incontables veces, solamente en esta ocasión mi corazón está en la mesa; tus manos, una tiene un puñal, la otra está vacía, pero dispuesta a tomar lo que está en juego.

Empezar el diálogo, lo más ficícil de todo. Tomar vuelo, tomar las decisión sin precipitarse. Ignorar la presión en el pecho. Desde hace días que tengo un extraño presentimiento. Me siento como un reo en la cola de pena de muerte. Creo que ya conozco la ansiedad de saber que vas a morir. Quizá no físicamente, pero sí ocurrirá un deceso, momentáneo.

La música no parece ayudar.

Inconexos y cortos son mis pensamientos, todo me recorre como un escalofrío horrendo. La presión en el pecho sigue ahí y siento que va subiendo por mi cara. Hincha mi cara, hunde mis ojos y hace que sientan una presión hidráulica que los hará estallar en cualquier momento. Tus manos entre las mías, de seguro ya sientes lo que va a venir. Tu insistencia en saberlo ha hecho que te hagas ideas, y sería tonto que no lo supieras ya.

Los habituales se fueron, quiero un cigarro. Nos quedamos solos. Otra cerveza antes de irnos.

Lo digo, no lo digo. Todavía no lo decido. Si no lo digo, romperé a llorar de la impotencia. Si lo digo, quizá mi alma estará tranquila.

Lo diré.

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